La palabra “solidaridad” proviene del adjetivo latino “solidus”, “solida”, “solidum” que significa sólido, macizo, consistente, completo, entero y real. Como valor, cualidad o virtud, la solidaridad nos evoca imágenes y sensaciones agradables. Podemos pensar en alguien extendiendo la mano a otra persona con intención de levantarlo o de compartir un trozo de pan y, sin caer en lo simplista, esto nos muestra a grosso modo, que es preciso salir de un estado de ensimismamiento para encontrarnos con el otro.
El 31 de agosto se celebra el Día Internacional de la Solidaridad, en honor y reconocimiento al movimiento social polaco Solidaridad, representado por el gremio sindical `Solidarność´ en 1980. Dicho levantamiento, fue uno de los responsables de la caída del muro de Berlín y Lech Walesa, destacado dirigente, obtuvo el premio Nobel de la Paz, gracias a que promovió los ideales de la solidaridad por todo el mundo. El propósito principal de este día, tiene que ver con la capacidad para percibir las necesidades o carencias del prójimo y a partir de ello actuar en pos de un bienestar común, ya que solo en la medida en la que se conjuguen fuerzas, podremos habitar un lugar más pacífico, en donde el amor trascienda sobre el odio y la destrucción.
Necesario es, remarcar el carácter desinteresado que esto conlleva, si lo que se pretende obtener es reconocimiento social, adulación o reverencia, nos encontramos en el terreno del egoísmo y narcisismo. Ayudar de manera genuina, parte en primer lugar, de asumir que el otro, proviene de una cultura, religión, estrato social y hasta historia de vida distinta a la propia y por lo tanto su realidad interna y externa es un mundo aparte.
Una de las herramientas que podemos utilizar, para pensar aquello que está fuera de nuestro campo de comprensión, es la empatía. Explicada por la mayoria, como la capacidad de ponerse en los zapatos de los demás, aunado a la posibilidad de sentir junto con ellos, desde un perspectiva más profunda y verdadera. Frente a desatres naturales, observamos la presencia de cientos de personas, intentando rescatar de los escombros vidas humanas, incluso animales. Otros más, muestran su compasión, asisitiendo a centros de acopio. Estas escenas conmovedoras, dan cuenta de aspectos bondadosos de nuestra naturaleza, que al emerger son capaces de superar retos cuestionables, pero ¿por qué, esperar a que algo de esa magnitud ocurra?
La pandemia por la COVID – 19, nos ha mostrado otra cara de la moneda, pululan por doquier reacciones de miedo y desconfianza, también de egoísmo e indiferencia. Desde personas ignorando el confinamiento, hasta los cocineros que se ofrecen para preparar menús para personas vulnerables, va nuestra contrastante situación actual. Tenemos la oportunidad de ser un poco más solidarios, para empezar, en lo cotidiano, pero ello implica un esfuerzo emocional. ¿Te atreves a intentarlo?