Reflexiones sobre una mirada superficial de la filosofía.
Cuando pensamos en las palabras “filosofía” o “persona que se dedica a la filosofía”, quizás lo primero que se viene a la mente es aquella imagen de un sujeto con barba y túnica, que va por las calles declamando sus ideas sobre conceptos metafísicos y complicados; o quizás aquel filósofo ermitaño que pasa años encerrado en una cabaña casi al borde de la locura para desarrollar ideas que solo él entiende, como una especie de Merlín que no hace magia. Por ello, me parece crucial tratar de darle respuesta a una pregunta: ¿qué es lo que se piensa de la filosofía de manera popular?
Casi cualquier persona, incluso aquellas que jamás hayan tenido cercanía con el tema, reconocerán al personaje:“Sócrates”, y probablemente lo imaginarán representado como ese viejo barbudo de túnica, hablando sobre cualquier tema; quizás las personas que recuerden sus clases de filosofía de nivel preparatoria puedan agregarle algunas ideas más como: “maestro de Platón”, “el viejo que iba discutiendo con quien se encontraba en la calle sobre temas elevados y con la intención de hacerles ver su ignorancia” e incluso “el tutor enamorado de su discípulo: Platón”. Dicha imagen es la del filósofo griego dedicado a las cavilaciones y reflexiones, sobre temas que parece que solo entienden las personas estudiosas de la filosofía; sin embargo invito a cualquier persona lectora a que se dé la oportunidad de tomar alguno de los Diálogos de Platón y hacer el intento de leerlo solo como un producto literario. Sin temor a equivocarme, podré asegurar que, a pesar del lenguaje, lo encontrarán como algo divertido e incluso cómico en ciertos momentos.
Otro de los atavismos ligados a la filosofía y a las personas que se dedica de lleno a ella es: el ocio. Esto, porque se piensa que las personas que hacen filosofía seguramente lo hacen porque no tienen nada mejor que hacer; y al considerar que en la actualidad el sistema económico basado en la productividad es el predominante, eso determina al ocio como una de las actividades mas problemáticas de la sociedad, de manera que es algo que dejará mal parada a la labor filosófica. Me gustaría que sobre esto nos apoyemos en las palabra que nos ofrece Pieper en su libro El ocio y la vida intelectual, el autor menciona que ante la lógica de un mundo en el que el trabajador es el protagonista de la vida productiva “el ocio solo puede aparecer como algo completamente imprevisto, extraño, incongruente, incluso absurdo y moralmente hablando como impropio, sinónimo de holgazanería y pereza”( pp. 40) Si unimos esta idea con la persona que ejerce la filosofía como alguien ocioso queda claro que estará probablemente en un lugar muy devaluado bajo la mirada popular, poniéndolo casi en categoría de “vago”.
Otro “San Benito» del que se acusa constantemente a la filosofía es la idea de ser obsoleta, encasillandole casi en el lugar de ciencias como la alquimia o la frenología. Esta obsolescencia aparentemente se podría relacionar con dos factores: los temas que se suponen que se tratan dentro de filosofía y la ambigüedad del objeto de estudio aparente de la filosofía(en ambos casos me refiero a la mirada superficial a la misma). Esta combinación resulta en una especie de concepto deformado de la tarea intelectual de la filosofía como si fuera un “todo-vale”, sin embargo, solo es necesario abrir un tomo de la de historia de filosofía de Frederick Copleston para saber que para nada son divagaciones ad libitum.
Esto nos lleva a otro de los puntos mas criticados: ¿que se hace en la filosofía? Muchas personas considerarán que hacer filosofía es el acto de construir verborreicamente algún discurso que pueda dejar impresionados a los interlocutores, o como en Mexico decimos: “cantinflear”. Es interesante esta idea justamente porque toda aquella persona que algún momento haya visto una película de Mario Moreno, recordará esas escenas en las que por medio de un folklórico y revuelto discurso el protagonista lograba acceder a sus objetivos, mas a causa de la confusión que causaba en los interlocutores, que por la veracidad de su discurso. A esto, hay que añadir además, que aquel que sea capaz de entender el trabalenguas que se supone dicho por una persona que se dedica a la filosofía será igual de divagante que aquella que lo dijo.
Otro uso común del supuesto quehacer filosófico, es que cualquier cosa que se piense puede ser tomado como hacer filosofía, por ejemplo: decir que quizás este texto lo esta escribiendo un mono que esta en una dimensión desconocida, que esta controlando mi cerebro para que aparentemente yo lo escriba, fácilmente podría pasar por un pensamiento “filosófico”( no se crea que esto es una referencia a lo que Descartes menciona sobre el genio malvado en las Meditaciones metafísicas). Sin embargo, el argumento anteriormente mencionado está construido solo en algunas conjeturas imaginarias o ideas que de manera absurda pueden sonar lógicas, pero que solo lo hacen en apariencia.
Un uso, también bastante común que ha llegado en diversas ocasiones a mis oídos es cuando alguien menciona la frase “yo veo las cosas de la vida con filosofía”, aludiendo que por pensar algunas cosas que suceden en su vida de una forma un poco “meditativa” o “reflexiva” les pusiera en categoría de análisis filosófico. Esta situación en especial, es la que considero que permite la entrada cualquier tipo de ideología de libros de autoayuda, considerándolos como filosóficos, incluyendo series o contenidos populares que se remiten constantemente hacia esa forma de pensar, ya sea creer que la vida con “filosofía” es hacer cosas como en la película “Comer, rezar y amar” o actuar como el protagonista de Dr. House.
Considero especialmente necesario poner atención a las implicaciones del caricaturizar a la filosofía, justo porque como se ha mencionado en lo anterior, esto tendrá consecuencias que atañen a aquellas personas que han dedicado su vida al quehacer filosófico, así como la deleitación del conocimiento que ha surgido del mismo. En primer lugar, me parece que una de las condiciones que se dejan resaltar a primera vista es: denigrar el conocimiento que surge de la filosofía por ser considerado como algo abstracto e incluso absurdo para fines productivos- capitalistas; esta opinión es claramente errada teniendo en cuenta que aunque hay áreas de la filosofía en las que los conocimientos son complejos, no son basados puramente en abstracciones,. Como ejemplo de estas relaciones pensemos en las aportaciones de la filosofía a la política en obras como: República de Platon, Leviatán de Hume o Vigilar y castigar de Foucault, que guardan una relación sobre la forma en la que la la sociedad determina sus condiciones, ya sean estructúrales, de naturaleza o el uso del castigo como forma de control social. En segundo lugar, otra implicación es considerar que la labor filosófica es producto del ocio o de personas que pertenecen a una posición privilegiada y que por ello no requieren trabajar; esta idea si bien aplica bastante bien el personaje de Sócrates, en la mayoría de biografías podrán notarse las dificultades materiales por las que las personas que se han dedicado a la filosofía han tenido que pasar, para lograr aportar algo; y como se dicen nuestro país “para muestra un botón”: la marginal vida de Karl Marx. Por ultimo y no menos importante me parece necesario atender a la idea de que las ciencias han surgido sin un conocimiento previo, puesto que es justamente por ello que la filosofía se conoce como “la madre de todas las ciencias”, téngase en cuenta, por ejemplo, que la Etica es base del derecho, que la ciencia exacta no seria posible sin la epistemológica o que la programación moderna no seria posible ante la falta de la lógica.
Cuando se trata de hablar de filosofía, surge inevitablemente una pregunta: ¿para qué sirve? Esta cuestión refleja una de las tendencias más arraigadas en la contemporaneidad: la valoración de la utilidad. Sin embargo, antes de abordar este tema, es crucial indagar sobre el origen de la noción de que el conocimiento y la utilidad van de la mano. Es ampliamente aceptado que las metas comunes vigentes están vinculadas al poder adquisitivo y a la acumulación de bienes materiales. Esto se refleja en la preferencia por carreras como gestión empresarial, medicina, derecho o ingeniería, que se perciben como vías hacia ingresos substanciales y una vida de mayores adquisiciones. Sin embargo, al considerar la formación en filosofía, se aleja completamente la idea de obtener un trabajo prestigioso o alcanzar la estabilidad económica, tan idealizada como sinónimo de éxito. En la actualidad, el capitalismo rige nuestras vidas, y como señala Byung Chul Han en su libro ‘Capitalismo y pulsión de muerte’, al vincular la acumulación de capital con el poder: “El capital creciente significa poder creciente”(pp.10) . Desde esta perspectiva, surge la pregunta en el ámbito popular: ¿qué poder puede ejercer alguien que estudia filosofía si no contribuye al capital?»
Entonces, queda claro que el saber filosófico no es aplicable a una finalidad que vaya a favor de la generación del capitalismo; es más bien un saber que está centrado en el análisis de las bases del conocimiento mismo. Por lo tanto, su injerencia en las ciencias y disciplinas siempre va a ser indirecta. Esto probablemente genera la idea de que el conocimiento filosófico no tiene ninguna utilidad, pero la utilidad se ve reflejada en el producto resultante de aquellas bases que lo sostienen, pensando en la filosofía como aquellos cimientos de todo conocimiento. Quizás para esclarecer más este punto conviene pensar en la diferencia entre ciencia y tecnología. Es indiscutible que entre ambas siempre ha habido una discrepancia, que no solo las distingue sino que tiene efectos prácticos por la manera en la que se determina. Como ejemplo, Bernal en su libro ‘Historia social de la ciencia’ menciona que: ‘La principal ocupación del científico es encontrar el modo de hacer las cosas, mientras que la del ingeniero consiste en hacerlas.’ En relación a eso, parece ser que el filósofo se encuentra en un una especie de meta-lugar respecto al científico. ¿Qué es lo que hace el filósofo al lado del científico? Quizás pensar por qué es necesario hacer las cosas o cuáles son las consecuencias de hacer ciertas cosas.
Siguiendo con el análisis, parece congruente darle un espacio al personaje en sí que ejerce el quehacer filosófico, desde mi perspectiva hay tres formas de concebir a las personas que hacen filosofía, a decir: como locos, como drogadictos y holgazanes; o como eruditos inalcanzables y enciclopedias andantes. En los tres casos la caricaturización del personaje es latente, pero tiene una consecuencia distinta.
En primer lugar, categorizar a los filósofos como “locos” está estrechamente relacionado con lo mencionado anteriormente sobre la cualidad de la filosofía como divagaciones. Parece que la locura es la condición que permite vislumbrar aspectos metafísicos o paranormales que solo los filósofos podrían percibir. Una consecuencia de esta percepción es la desconfianza en la veracidad de los planteamientos de alguien afectado en sus facultades mentales.
En el segundo caso, ver a los filósofos como “fumados” o consumidores de drogas refleja una suposición similar, donde se asume que los argumentos filosóficos derivan de los efectos de estupefacientes (un juicio que también se ha aplicado a Freud y su consumo de cocaína). El problema persiste en la falta de credibilidad debido a la influencia de sustancias que pueden distorsionar la percepción.
En el tercer caso, la perspectiva es ligeramente diferente pero igualmente problemática. Considerar a los filósofos como simples bibliotecas los reduce a una condición casi enciclopédica, como un repertorio de conocimientos utilizado para abordar cualquier tema, pero casi al nivel de un “cuentacuentos” o un historiador. Esto vuelve a poner de manifiesto el problema de la aparente falta de utilidad del conocimiento.
En este último caso también se le agrega una problemática más: el elitismo del conocimiento, ya que se puede llegar a considerar que el conocimiento que alguien tiene solo lo hace capaz de compartirlo con personas que académicamente estén al “nivel”. ¿Cuántas veces nos ha pasado que la perspectiva que tenemos sobre alguien cambia en función de saber su curriculum?, por ende el filósofo como acumulador de conocimientos pareciere ser una especie de ser etéreo que flota en las inmensidades del universo y que no le da importancia a las superficiales problemáticas mundanas.
Después de haber escudriñado en todas esas caricaturizaciones y falacias de la filosofía propongo que se defina ¿que es la filosofía? Por ello pondré tres ejemplos distintos para denotar el contraste y evolución de la idea: 1. La filosofía según Platón es el camino hacia el conocimiento verdadero y eterno, que busca trascender el mundo sensible para acceder al mundo de las Ideas o Formas, donde reside la verdad última y la realidad más plena. 2. La filosofía según Descartes es un método riguroso y sistemático de búsqueda de conocimiento que parte de la duda metódica para llegar a verdades fundamentales e indudables a través del ejercicio de la razón y la evidencia clara y distinta. 3. La filosofía según Derrida es un ejercicio de deconstrucción constante de los conceptos y estructuras que consideramos fundamentales, revelando las contradicciones inherentes y los supuestos ocultos en el lenguaje y el pensamiento, con el fin de abrir nuevas posibilidades de comprensión y acción. En cada una de las etapas de la filosofía podemos encontrar entonces una perspectiva diferente sobre el quehacer filosófico y por ende reconocer que el quehacer de la filosofía se encuentra constantemente en evolución.
¿Cual es la finalidad de todo lo anteriormente reflexionado? En general es cuestionar toda esa serie de pensamientos caricaturizados sobre la filosofía, desmontándolos de esas pantomimas e ideas erróneas, así como replantearse la labor de las personas que la ejercen; pero aún más importante, el ulterior objetivo es la invitación a incursionar en la filosofía. Todas las personas podemos acercarnos a la filosofía desde algún tema que nos interese. Me gustaria invocar lo que dice Sztajnszrajber en su libro ‘Para qué sirve la filosofía’, donde menciona que: “buscar el fundamento de cualquier fenómeno es encontrar una respuesta de por qué las cosas son de este modo y no de otro”. Pensar en las razones de la existencia propia y de las causas que subyacen a la realidad es una de las labores que, aunque parezcan etéreas, están al alcance de todas las personas. Preguntas como: ¿por qué las personas debemos estar en sociedad y no mejor vivir separadas? O ¿los fenómenos existen aún cuando no hay alguien para presenciarlos? Pueden ser el inicio de grandes reflexiones y de un disfrute que se puede desdoblar a partir de la exploración en la filosofía. En la actualidad, hay un sinfín de contenido y maneras de consumir filosofía: podcasts, videos de YouTube, introducciones a las grandes obras, resúmenes o incluso videos de TikTok que invitan a la divulgación de la filosofía. Mi finalidad es, con este artículo, inaugurar un poco de curiosidad en la persona que esté leyéndolo y que se anime a explorar los vastos pastizales de la filosofía. Sin temor a equivocarme, podría asegurar que hay contenido suficiente para todos los gustos. Al final, la filosofía es la labor misma de pensar y a partir de ello es que se han logrado los grandes avances del conocimiento humano. Para finalizar, me gustaría añadir lo que dice Gómez Pin en su publicación ‘La actitud Filosófica y su caricatura’: “un filósofo es, desde luego, una persona cuya tarea es pensar, pero esto también caracteriza a Ramón y Cajal, Einstein, Gauss… a los que nadie (al menos de entrada) califica de filósofos”.
Referencias bibliográficas
Bernal, J. D. (1969). Science in history. Penguin.
Derrida, J. (1967). La escritura y la diferencia. Ediciones del Zorzal.
Chul-Han, B. (2019). Capitalismo y pulsión de muerte (A. Ciria, Trad.). Epublibre. (Obra original publicada en 2019)
Gómez Pin, V. (2007, 16 de noviembre). La actitud filosófica y su caricatura. El boomerang, blog literario en español. https://www.elboomeran.com/victor-gomez-pin/la-actitud-filosofica-y-su- caricatura/
Pieper, J. (2001). El Ocio y La Vida Intelectual. Rialp.