12 de diciembre 2021, “Día de la Virgen de Guadalupe”
Madre de todos y de ninguno, la Virgen de Guadalupe cubre con su manto la ilusión de pertenencia y esconde, a su vez, una dura historia de abuso, exclusión, explotación y despojo. Al igual que los individuos, los pueblos deben madurar y enfrentarse a la verdad de su origen donde las madres no son vírgenes, los padres no son dioses y los hijos deben emanciparse de la tiranía de la ilusión.
Dijo Octavio Paz lo siguiente en la presentación del libro de Jacques. Lafay, ”Quetzalcóatl y Guadalupe”:
Madre de dioses y de hombres, de astros y hormigas, del maíz y del maguey, Tonantzin/Guadalupe fue la respuesta de la imaginación a la situación de orfandad en que dejó a los indios la conquista.
La situación ambigua de Nueva España produjo una reacción semejante: los criollos buscaron en las entrañas de Tonantzin/Guadalupe a su verdadera madre. Una madre natural y sobrenatural, hecha de tierra americana y teología europea.
Para los mestizos la experiencia de la orfandad fue y es más total y dramática. En la imaginación de los mestizos, Tonantzin/Guadalupe tiene una réplica infernal: la Chingada. La madre violada, abierta al mundo exterior, desgarrada por la conquista; la Madre Virgen, cerrada, invulnerable y que encierra en sus entrañas a un hijo, entre la Chingada y Tonantzin/Guadalupe oscila la vida secreta del mestizo.
La Virgen Guadalupe, inventada mexicana recoge elementos de sus antecesoras a partir de un proceso de fusión que fue respondiendo a las distintas circunstancias históricas. En ella depositan sus fieles solicitudes de ayuda y protección, pero también ha sido el estandarte de las luchas. En las dos imágenes, tanto la de España como la Azteca existían esos dos elementos, la madre que intercede ante Dios por sus hijos y la de aquella que los acompaña en su lucha.
Es deidad de vida y de muerte, de enfrentamiento y resignación. Desde esta ambigüedad se comprende porque fue imagen de conquistadores y conquistados. Surge para consolar y cuidar a los humillados, la imagen de la madre abnegada, sufriente que se sacrifica por sus hijos, que todo lo soporta y no pide nada a cambio.
En el análisis que realiza Freud, encuentra una propensión psíquica a negar la sexualidad de la madre que deriva en la ilusión de la virginidad de ésta.
Si la comprendemos en el caso de una población como la de los mestizos-mexicanos adquiere una gran fuerza ya que en el imaginario colectivo que se construye para poder hablar de una identidad nacional el referente materno remite al sometimiento y al abuso. La madre del mexicano en sus relatos colectivos es, como lo describe Paz: la madre chingada.
La indignación que acompaña el reconocimiento del abuso de la madre es acallada cuando los que son identificados como descendientes del padre violador alimentan la ilusión de una madre común para todos y que nunca fue violada, que es siempre virgen. Aquí surge la imagen de la madre abnegada, sufriente, débil, pobre, que cuida de los desvalidos, en el control de sus pulsiones agresivas, la figura de Guadalupe cumple una función hasta política.
Nuestra santísima madrecita del Tepeyac”, la “Virgen de Guadalupe”, es, sin lugar a dudas, la figura más relevante de la fe en México, se ha llegado a decir que es el símbolo que cohesiona la identidad nacional, que todos los mexicanos somos guadalupanos. Esta imagen, que nació a principios del siglo XVI, ha sido columna vertebral del proceso colonizador, de la independencia y la revolución.
La imagen de la mujer inmaculada está asociada con la fantasía infantil que niega la actividad sexual de la madre y al mismo tiempo con la extensión de un derecho de propiedad sobre la mujer.
A estos elementos se suma el miedo del varón a la violencia de la mujer lo cuál es explicado por Freud a partir del Edipo; en la estructura psíquica del individuo la mujer representa una sustituta de la madre, en la relación sexual existe una aproximación compleja ya que en el deseo se encuentra también un elemento que remite el incesto.
El resultado de esta operación es la proyección de una imagen femenina que contiene dos aspectos: el de una virgen a la que no se le puede tocar y que provee amor sin sexo, y el de un objeto que es degradado para permitir el goce sexual.
Con respecto a las representaciones religiosas, como en el caso de la virgen de Guadalupe, la situación es distinta. El que las contempla, admira y venera, deposita en ellas una creencia mágica donde se proyecta la ilusión.
Para concluir, podemos decir que esta figura ha permitido cohesionar a los distintos grupos que componen la llamada nación mexicana haciéndolos sentir hermanos, aunque en la realidad sus genealogías remitan a experiencia distintas.
Al borrar de la memoria la violación de la madre del mestizo y la exclusión del indígena, se pueden hermanar con el criollo cuyo padre es el abusador.
Esta ilusión permite, en cierta medida, la paz social y una convivencia donde la violencia se contiene pero permite también la perpetuación de un sistema de injusticias y una amnesia colectiva. Los discursos oficiales, la postura de la Iglesia y la manera de enseñar la historia de México alimentan esta ilusión o por qué no, una contusión colectiva.