A propósito de las vacaciones que se acercan, la mayoría de nosotros asociamos las vacaciones con un merecido descanso, sobre todo aquellos que trabajan, en alguna institución o empresa, o bien, asisten a la escuela, esperan con ansia este período. No así para aquellos que requieren trabajar diario, o bien, aquellos que no cuentan con un trabajo formal, o pensaba en las amas de casa, las vacaciones en ocasiones se convierten en más quehacer.
Podemos encontrar pasajes referentes a las vacaciones que eran privilegios de ciertas clases sociales:
“En el siglo XVIII los aristócratas europeos solían viajar por el mundo, ya fuera para vivir aventuras o buscar fortuna en otros lugares, pero el resto de la sociedad no tenía este honor”.
Como antecedentes las vacaciones surgieron poco a poco durante el siglo XIX, con el auge de los sindicatos y los movimientos obreros inspirados en la obra de Marx, que tuvieron mucho que ver con la institucionalización del derecho al descanso.
Además, las condiciones de la revolución industrial consiguieron formar una clase media que pudo acceder a placeres reservados a los nobles, como los viajes. Pero para ello hacía falta tiempo, por lo que el concepto de vacaciones remuneradas se fue poco a poco normalizando.
Este derecho tardaría algo más en extenderse en otros; en España, que había sido pionera en avances como la jornada laboral de 8 horas, no se normalizaron las vacaciones hasta los años 60 del pasado siglo. Así, no debe sorprenderte que los días de descanso sean algo más recientes de lo que podrías llegar a pensar.
Las vacaciones son el supuesto de un descanso, no siempre se logra alcanzar ese tiempo de relajarse y disfrutar. El descanso puede ser reparador cuando uno está en condiciones de aprovecharlo. De no ser así se produce la paradoja de que el esperado descanso no se produzca y pueden presentarse conflictos latentes que estallan en ese período de tiempo; principalmente ansiedad y depresión.
El descanso de las vacaciones resulta reparador cuando se logran las condiciones de disfrutar del descanso, sea donde fuere: en la montaña, en la playa o en el patio de la casa.
Por otro lado, la sociedad impone las vacaciones como una costumbre relativamente reciente en la historia humana. Aunque una vez lograda esta instancia, puede inferirse que a la sociedad le interesa que descansemos para que luego rindamos laboralmente el resto del año. Pero si de descanso se trata, no es el descanso vacacional lo que lo garantiza, sino de abstraerse y disminuir los estresores de la vida habitual.
¿Por qué de la importancia del descanso? Para el ser humano es necesario rendirse al cansancio y cubrir la necesidad de reestablecer el cuerpo y la mente, como cuando el cachorro humano logra dormir en el regazo de su madre para acceder a ese descanso reparador, que le permita autorregularse.
Son varias las formas para rendirse al cansancio, como dormir, apoyarse en otras personas, disminuir el stress, soltar cargas innecesarias y disminuir el ritmo laboral y/o académico de cada día.
Las vacaciones son un buen momento para frenar, es poder escuchar y detectar el cansancio corporal y psíquico, atendiendo a sus señales.
En unos días comienzan las vacaciones de invierno, o las llamadas de Navidad, en las cuales además de la convivencia familiar y las fiestas, dediquen un tiempo al descanso y de darse la posibilidad de disfrutarlas y pasarla bien; sin importar si tienes “vacaciones” por trabajo, por escuela, si eres ama de casa, o si trabajas todos los días sin poder acceder a unas “vacaciones”.
Para Goethe «nada es más difícil de soportar que una serie de días hermosos».
¿Realmente es necesario tener días de vacaciones para pasarla bien?
– No. Si uno es capaz de «pasarla bien», debe poder hacerlo durante cualquier momento del año, y si así ocurre por supuesto que las vacaciones habrán de sumarse a esta posibilidad.