Saltburn

Oliver Quick, un estudiante becado, se esfuerza por encontrar su lugar en la Universidad de Oxford, dedicando su estadía a integrarse y ganarse la aceptación de la selecta comunidad de jóvenes millonarios y populares que también forman parte de esta institución educativa.

A raíz de diversas circunstancias, surge una amistad entre Oliver y Félix Catton, un adinerado estudiante muy apreciado entre los jóvenes de Oxford. Esta conexión se fortalece con el tiempo, enriqueciéndose además por las vivencias compartidas entre ambos. Justo antes del inicio de las vacaciones de verano, el repentino fallecimiento del padre de Oliver conmueve profundamente a Félix, quien en un gesto de solidaridad, invita a Oliver a pasar el verano junto a él y su familia en su mansión en Saltburn.

Una vez ahí, Oliver se identifica afectivamente con la familia de Félix y, hábilmente utilizando sus encantos, establece vínculos rápidos, logrando conquistar tanto a Félix como a Venetia, la hermana de este último. Farleigh, un joven cercano a la familia, se convierte en una amenaza para Oliver, quien ingeniosamente logra que sea expulsado de la mansión para así continuar con sus maquinaciones de seducción.

Al ser finalmente aceptado y querido por la familia Catton, planean celebrar el cumpleaños de Oliver con una fastuosa fiesta. En medio de los preparativos, Félix decide organizar una sorpresa especial al visitar a la madre de Oliver. Sin embargo, la propuesta incomoda visiblemente a Oliver, quien se niega a realizar la visita. Félix, desconcertado por la reacción, descubre la razón una vez que está en la casa del joven. A partir de este acontecimiento, Félix se siente profundamente decepcionado y enfadado con Oliver, decide distanciarse completamente de él, rechazándolo sin brindarle la oportunidad de explicar la situación.

La historia toma un giro en el que se observan matices psicoanalíticos que vale la pena explorar e interpretar. Entre ellos, destaca la presencia de la envidia, capaz de desmantelar todo aquello que simboliza la frustración derivada de las carencias. Además, se observa una voracidad manifestada a través de conductas compulsivas, que buscan una satisfacción inmediata para llenar los vacíos emocionales, remontándose a conflictos no resueltos en la etapa oral. La significativa escisión entre el amor y el odio se manifiesta al experimentar, en un mismo instante, sentimientos encontrados hacia el objeto de deseo. Este objeto representa tanto el amor y la pasión como la frustración de poseer y ser aquello que nunca se logrará.

A partir del contenido de esta película, me gustaría citar a Freud (1930), quien en su obra «El malestar en la cultura» hace referencia a:

Si pierde el amor del otro, de quien depende, queda también desprotegido frente a diversas clases de peligros, y sobre todo frente al peligro de que este ser hiperpotente le muestre su superioridad en la forma del castigo. Por consiguiente, lo malo es, en un comienzo, aquello por lo cual uno es amenazado con la pérdida de amor; y es preciso evitarlo por la angustia frente a esa pérdida. De acuerdo con ello, importa poco que ya se haya hecho lo malo, o sólo se lo quiera hacer; en ambos casos, el peligro se cierne solamente cuando la autoridad lo descubre, y ella se comportaría de manera semejante en los dos.

Reseña: