Shen Yun: el espectáculo muestra cinco mil años de cultura china
Los capitalinos sabemos que transitar la CDMX un viernes por la noche es muy complicado: autos por todos lados, ciclistas, motociclistas y grupos de peatones animados, dispuestos a comenzar la noche; es día y hora de reuniones, festejos, encuentros y reencuentros, luego de largo aislamiento social que para los mexicanos es casi tortura. Pero bueno, la aventura del recorrido, las largas distancias, los cortes en el camino y la policía dirigiendo el tráfico (que, en realidad, a veces lo complica) valió la pena el viernes 13 de mayo cuando me dirigía al Auditorio Nacional a presenciar el espectáculo Shen Yun, simplemente magnífico.
D.F es el director de la compañía desde su fundación en 2006. Desde el inicio uno se siente impactado emocionalmente por la impecable ejecución de cada uno de los participantes de esta danza clásica china: movimientos perfectos, armonía en el grupo, orquesta con música compuesta exclusivamente para Shen Yun. Los artistas bailan, pero en realidad parece que vuelan y, además, diera la impresión de que lo hacen con facilidad; como si no les hubiera requerido largos años de preparación y esfuerzo físico y mental extenuante, llegar a semejantes niveles de excelencia.
El espectáculo muestra cinco mil años de cultura china. China fue antiguamente conocida como “La tierra de lo Divino”, pues se tenía la convicción de que su gloriosa cultura había sido traída del cielo. Sin embargo, en 1949, cuando Mao Tse-Tung y el Partido Comunista llegó al poder, se sintió amenazado en su ideología por esta herencia espiritual e hizo serios intentos por destruir estas tradiciones consideradas propias de la burguesía. Casi lo consiguió, pero el arte y los artistas siempre oponen resistencia y desaparecerlos hasta sus raíces ha sido imposible ¡por fortuna!, muchos momentos de la historia de la humanidad han demostrado lo anterior.
El arte y la cultura tienen que perseverar; son belleza que hace más llevadera la dura realidad y nos ofrece posibilidades sublimatorias y postergación de descargas de impulsos destructivas, en lugar de esto, transforma dichos impulsos y los convierte en constructivos. Y terminaré recordando al padre del psicoanálisis quien decía: “Quien trabaja a favor de la cultura, trabaja también en contra de la guerra”. Sigamos creando y re-creando, así podremos poner un pequeño grano de arena en la construcción de un mundo más armónico.