
Día terrible, triste para los derechos de las mujeres. ¡Increíble! Tener que luchar por derechos sobre nuestro cuerpo y reproductivos. Siempre me he preguntado y cuestiono a mis alumnas y alumnos: ¿Y si fueran los hombres los que se embarazaran? ¿Permitirían que un grupo de mujeres poderosas, – líderes del mundo – decidieran sobre sus cuerpos? ¿Dejarían que ellas discutieran y concluyeran lo que pueden hacer con respecto a la interrupción del embarazo? Por supuesto que no. Ellos incluso, nos verían con desdén diciendo, quizá: “No se metan, ustedes no son siquiera capaces de generar vida”. Pero el asunto es al revés y así, ellos no solo se sienten con la autoridad, sino que la tienen, se han adjudicado el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo, nuestra vida, nuestro futuro.
Y estos señores, empezando por el innombrable energúmeno, ex – inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, aluden a dios, con quien en todo caso tendríamos que dialogar directamente nosotras; pero eso no es posible, en primer lugar, porque de dios se sabe y se cree solo por fe, no se presenta directa y concretamente con nadie y en ningún lugar y, además, si algo quisiéramos discutir con él, tendría que ser por medio de un interlocutor, siempre hombre, por supuesto. Pero no somos tan ingenuas, esto no se trata de dios, se trata de poder, de patriarcado herido porque las mujeres ya no somos las mismas y aunque muchas y muchos sigan llamándonos locas o hasta asesinas por decidir la interrupción del embarazo y, además, rebeldes, por no someternos a la autoridad masculina, esta lucha comenzó hace mucho tiempo y no se detendrá. Lograremos emanciparnos de estos yugos ancestrales.
Moral hipócrita decía Freud. Hipócritas norteamericanos, defendiendo existencias que aún no lo son y sacrificando la vida de las mujeres que de todas formas seguirán interrumpiendo su embarazo si así lo deciden.
Moral hipócrita la de esos señores del país del norte porque tienen las manos llenas de sangre de intervenciones abusivas en Latinoamérica y claro, en el mundo. Ahí no hay vidas que defender; vale la bala, la bomba, el asesinato; vale el ejército invasor, la traición, el golpe de Estado orquestado desde allá con mil justificaciones.
Huele a patriarcado herido que busca ganar poder para afirmarse, desde el Vaticano con su “representante de dios en la tierra”, que ya festeja la absurda y retrógrada decisión del país más poderoso del mundo, aunque en realidad no tendría que estar de fiesta; debería estar trabajando para condenar y resolver los miles de casos de abuso infantil; y este dominio masculino se extiende hasta muchas de las viviendas más humildes de nuestro país y del mundo porque lo que se ha transmitido de generación en generación y en todas las geografías del mundo es que ellos mandan. Les tenemos noticias: No lo seguiremos permitiendo, esta lucha femenina continuará.
Huele a machismo violento. Huele a que no nos queda otra más que seguir adelante, no solo por nosotras, que ya es bastante, sino por las que vienen. Esto es indignante.
Por cierto, y para información de muchas y muchos, el aborto no siempre fue un pecado, pero de esto hablaré en otro momento porque por ahora, no hay ánimo ni humor.
Qué rabia.