“El analizante manifiesta: el cuerpo me duele, no quiero hacer nada, me duele mucho, últimamente he sentido que de tanto dolor pareciera que ya no lo siento”.
Cuerpos perseguidos, mutilados, fragmentados, cifrados, preformados, sometidos… El otro con su deseo inconsciente trata y a veces consigue infringir dolor y muerte, es algo que va más allá de la palabra que constituye al sujeto, la pulsión de muerte/goce.
El yo “piensa” es mi cuerpo, el cuerpo me pertenece y el del otro también, pero acaso, ¿el cuerpo es nuestro? O se hace cuerpo con el discurso del Otro… si es así, ¿qué entramado será necesario escudriñar para develar algo del propio deseo?
En psicoanálisis, el cuerpo no es el organismo, es un hecho del lenguaje, a partir de la inscripción de los significantes. Es así que, a partir del lenguaje, el órgano se hace cuerpo.
¿A qué se refieren los analizantes cuando dicen que el cuerpo duele? Al parecer el dolor del cuerpo no desaparece únicamente con la medicación, se requiere de algo más, darle lugar al mensaje (inconsciente) que transmite ese dolor; lo que implicaría, a partir de la palabra, su desciframiento.
En los primeros trabajos de Freud sobre la histeria, en el año 1880, se puede observar la trascendencia de que una de sus pacientes Ana O, le dijera: “cállese, no me interrumpa, déjeme hablar”; así vemos surgir el método de la cura por la palabra; fue necesario que Freud se desmontara de su posición de saber-poder, para escuchar la palabra de la paciente; lo cual constituye uno de los fundamentos de la clínica psicoanalítica.
El cuerpo y sus síntomas histéricos o psicosomáticos intentan revelar algo de la historia del sujeto… Historia entretejida a través del lenguaje, en un entramado de significaciones.
El dolor físico es un dolor del pasado que se anuda en el presente porque algo intenta decir, en algunas ocasiones el dolor físico no tiene causa orgánica, pero sí psíquica. En ambos casos, el doliente se enfrenta con una condición de sufrimiento y abandono.
Pero, ¿quién habla cuando habla el analizante? El Otro habla, el inconsciente como discurso del Otro, ese que habla está ahí para constituir un discurso histórico que somete y domina al sujeto; por lo que se hace necesario desanudar ese discurso alienado que posibilite la responsabilidad subjetiva.
El cuerpo habla en el diván, se expresa en el discurso del analizante cuando dice que le duele/que no lo siente/que está enfermo. En el síntoma histérico, el sujeto habla sobre su padecimiento. De acuerdo con Freud (2008) “el síntoma puede variar de un significado a otro, así como las condiciones que favorecen la transferencia de lo psíquico a lo corpóreo, es decir, la conversión” (p.28). En este sentido, el síntoma conversivo es propio de la estructura clínica de la histeria, resultado de un conflicto psíquico que se originó en la sexualidad infantil, es decir, en el pasado de la historia del sujeto.
A diferencia del síntoma histérico, en el fenómeno psicosomático el órgano enferma debido a una falla en la metáfora paterna, es decir, en la transmisión de la ley que es el acceso al registro simbólico; pareciera que se carece de la palabra, actuándose en el cuerpo porque no se alcanza a apalabrar. El escollo se presenta en la juntura entre lo imaginario y lo real, que provoca una afectación del órgano, aunque hay algo de lo simbólico como traza que se cuela y no se borra, a partir del traumatismo de la embestida de lo real de la lalengua.
Es por ello que recobrar la experiencia dialéctica del análisis, en ese encuentro entre el cuerpo y la palabra, donde el sujeto puede hablar libremente sobre sus padecimientos, es una posibilidad simbólica frente a lo mortífero en lo humano.
La subjetividad de la época actual nos convoca al reconocimiento de otras manifestaciones como la separación de los cuerpos, su persecución, explotación, olvido, violación, desmembramiento, estéticas, anorexias, bulimias y más… que al parecer se producen como efectos de un sistema económico y patriarcal que hacen callar, pero además se montan en la explotación de la imagen como ilusión de un por/venir de felicidad a través de los objetos de consumo, es decir, de goce.
Un cuerpo que habla es político…habla sobre la enfermedad, el dolor, la pérdida, el abandono; se podría concebir como indefenso, pero también es una posición de resistencia frente a la atrocidad, lo siniestro…Visibilizar implica tomar el lugar del no saber para acceder al discurso del Otro.
En el dispositivo analítico se recupera la singularidad del sujeto en el caso a caso, dándole lugar a la palabra, como una forma de resistir frente al sometimiento de las configuraciones económicas, políticas y culturales de la época, las cuales han provocado padecimientos, resultado de los embates perversos de explotación, feminicidios, marginación y segregación.
Referencias
Freud, S. (2008). La Etiología de la Histeria. En: Obras completas, tomo III. Amorrortu.
Lacan, J. (2019). El seminario 10. La angustia. Paidós.
Nasio, J. (2010). Los gritos del cuerpo. Paidós.