15 de mayo: día del maestro
Desde 1918, en México cada 15 de mayo se celebra el día del maestro, una figura que representa además de autoridad, sabiduría e incluso es causa de admiración.
Educar a nuestros estudiantes ha sido hasta hoy prácticamente la misión de los docentes, sin olvidar que educar en el aula, es proporcionar herramientas y conocimiento para la formación escolar, ya que son los padres de familia quienes se encargan de la educación para el desarrollo de las habilidades sociales. Sin embargo, no se limita a dar conocimiento, también forman con valores a sus educandos, son muchas y distintas funciones las que tienen y que en ocasiones interfieren para el cumplimiento del principal objetivo: la formación de los niños y jóvenes.
Si por un momento, las aulas de educación básica pudieran ser vistas abiertamente, podríamos observar un ambiente lleno de colores, juegos, trabajo en equipo, risas, niños y docentes en medio de transferencias y contratransferencias, creando dinámicas en las que el aprendizaje es la meta a alcanzar.
Dentro de este ambiente, es que el maestro, valiéndose de su preparación, pone en práctica todo tipo de estrategias para recrear una clase en la que no solamente los contenidos pedagógicos predominen, también hay que tomar en cuenta otros factores, tales como: habilidades del pensamiento, inteligencias múltiples, estilos de aprendizaje, necesidades concretas de cada pequeño, integración de situaciones impuestas por la SEP, adecuaciones a los planes de trabajo de acuerdo a las peticiones de los directivos, etc.
La docencia comprende vocación, que no debe confundirse con el gusto por realizar las labores, vocación es aquella motivación a apasionarse por la actividad que hacemos, poniéndose en el lugar de quien se beneficia con nuestra labor; para un profesor, sería entonces, tomar el papel de un niño o un adolescente, tal como Freud lo dice en “El interés por el psicoanálisis” (1913):
“Sólo puede ser educador quien es capaz de compenetrarse por empatía con el alma infantil”.
El docente se distingue por dar un sentido a las actividades que realiza, dejando de lado su papel de proveedor de contenidos, para ser un motivador de las vocaciones de los alumnos. Justamente es en este proceso en el que de manera inevitable, surgen vínculos afectivos entre ellos, motivados por las experiencias compartidas día a día, por la continua convivencia en la que el afloro de sentimientos de admiración y respeto, divergen en otras modalidades de sentir, dando lugar a estados fraternos entre el docente y su alumno.
Y es en este constante interactuar de deseos y pulsiones en el que la labor docente, centra su objetivo concretamente en enseñar, sin el afán de domeñar; enseñar para a su vez aprender, porque así se construye el conocimiento.