
Luisa es una joven de provincia que llega a la ciudad de México para trabajar en una pastelería.
Desde el inicio se hace evidente la soledad en la que Luisa vive, sin padre, ni madre y una tía recién fallecida, decide trabajar en una pastelería en donde evita socializar y compartir sobre su vida con sus compañeras, incluso el dueño del lugar muestra interés por cortejarla, Luisa lo percibe pero prefiere esquivarlo. Sin embargo, su trato hacia los niños es distinto, se muestra fraterna, amorosa e incluso podría decirse ilusionada cuando se encuentra cerca de ellos.
Mientras la trama se desenvuelve, Luisa comenta que se casará con un chófer llamado Carlos, es entonces cuando comienza un relato prácticamente fantasioso, incluso alguna de las compañeras comenta que ella vive con películas en la cabeza, lo que hace pensar que a menudo tiende a fantasear. Durante su relato podría notarse un detalle especial, Luisa comenta que perdió su zapato mientras iba a prisa para el trabajo, y de pronto Carlos se detuvo frente a ella en el auto, se bajó del auto que conducía y le dio el zapato, una escena que podría relacionarse con La Cenicienta, y es que Luisa añoraba una vida perfecta, llena de amor y tranquilidad, sin carencias, feliz, por lo que su discurso siempre tendía a ser como si narrara un cuento o un sueño.

El día de la boda, nadie llega por Luisa, toda vez que ella menciona que el patrón de Carlos irá por ella a su casa, decide ir hasta la iglesia, en donde se encuentra con la noticia de que él no llegará y que la ha dejado abandonada, la angustia por la noticia, la lleva a correr por la calle hasta su casa, mientras la gente se burla. La joven decide cambiar de casa y comenzar a construir una vida ficticia con ayuda de un libro sobre el matrimonio perfecto, que utiliza para elaborar cada discurso que debe tener ante sus compañeras y su jefe, del cual extrae una frase que menciona a menudo: “Un día acabará el olvido o acabará la esperanza”.
Las mentiras van en incremento hasta inventar un embarazo, a partir de ese momento, las compañeras de trabajo observan algunos detalles que no coinciden, Luisa teme verse descubierta y decide elaborar más cada detalle de su discurso, entonces tiene que decir que Carlos murió en un accidente, y que el supuesto hijo constantemente es llevado a Monterrey con sus suegros. Así pues, la mentira termina siendo descubierta, su jefe la enfrenta diciéndole literalmente “a veces nos cuenta ingenuidades o sueños como si fueran ciertos” y también le habla claro sobre sus sentimientos y el deseo de casarse con ella. Al verse descubierta, se deshace de las cosas que tenía en su casa para sostener la mentira del hijo, una cuna y objetos de bebé, que lleva a un orfanato, en esta ocasión su frase es “nunca acabará la esperanza”.

Luisa presenta una clara neurosis al presentar un trastorno de conducta, que es la mentira, mismo que es una defensa ante la angustia, pero también obtenía una doble ganancia, dejar de sufrir por el abandono de Carlos y sentirse admirada por sus compañeras de trabajo por ser la única mujer casada y con un hijo. Y es precisamente ese hijo, la figura que ella prioriza e incluso es causa de delirio; ese hijo que toma las veces del hijo y otras las del mismo esposo ausente, quedando sujeta a ese objeto de deseo que ahora estaba cubierto por el supuesto hijo.
Al final Luisa decidirá superar la frustración que le han causado el abandono y el rechazo, para darse la oportunidad de vivir una realidad al lado del señor Albino.
Ficha técnica
Título original:
Días de otoño
Año:
1963
País:
México
Dirección:
Roberto Gavaldón
Reparto:
Pina Pellicer, Ignacio López Tarso, Evangelina Elizondo y Adriana Roel.
Género:
Drama psicológico