25 de noviembre: Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer
Según datos de la Naciones Unidas: una de cada tres mujeres se ve afectada por algún tipo de violencia de género y cada 11 minutos una mujer o niña muere asesinada por un familiar.
Recordemos que hace apenas cinco años, el movimiento #MeToo, fundado por Tarana Burke en 2006, provocó una movilización mundial que manifestó la urgente necesidad de prevenir y responder a la violencia contra las mujeres. A partir de este, otros movimientos en todo el mundo como #NiUnaMenos, entre muchos otros, también catalizaron el cambio.
Si bien existe mayor voz y una gran demanda en busca de sensibilizar a la sociedad para poner este tipo de violencia sobre las mesas de las agendas oficiales, con leyes y políticas, servicios esenciales y estrategias de prevención; al mismo tiempo es preocupante que en la búsqueda por la concientización y erradicación de la violencia se desate un aumento de los ataques violentos contra las mujeres y las mismas organizaciones.
No concibo el mundo dividido en una lucha entre hombres y mujeres, sin embargo, la violencia y el rechazo hacia lo femenino nos acecha en todo momento. La violencia contra la mujer es algo que nos afecta a todos, no es un acto individual sino político.
Estamos tan inmersos en la normalización de la violencia que en su mayoría de casos es difícil darse cuenta, tanto para quienes son generadores de violencia como para quienes sufren de violencia, ya sea dentro del entorno laboral, familiar, de pareja y social.
Algunos ejemplos que nos pueden ayudar a identificarla son:
- Recibir mensajes de acoso o comentarios que descalifican, por parte de su pareja, jefe de trabajo o compañeros.
- Soporta expresiones humillantes, de menosprecio o de insulto.
- Parecer tener miedo de su pareja o en su trabajo y puede mostrarse ansiosa por complacer.
- Evita las ocasiones de socializar, especialmente con el sexo opuesto y es posible que tenga limitaciones para visitar a la familia/amigas y amigos.
- Tiene que explicar/inventar excusas para justificar el comportamiento posesivo de la pareja y siempre pide permiso para hacer cosas.
- Está como absorta cuando el acosador entra en la estancia.
- Tener un acceso limitado o ningún acceso a las finanzas o la toma de decisiones.
- No tiene cuentas bancarias personales, créditos o tarjetas de débito.
- Le controla todos y cada uno de los gastos que hace.
- De manera rutinaria deja que la pareja tome las decisiones sin apenas decidir nada o sin nunca decidir nada.
Estos indicios y muchos otros más pueden llegar a generar afectaciones en la personalidad, la conducta o la apariencia física, poniendo en riesgo la salud y la vida.
Pero como les decía, en muchas ocasiones no es tan fácil darse cuenta y lo que pareciera evidente se va invisibilizando dentro de una sociedad con conductas comportamientos de violencia y acoso tan normalizados.
Ya sea en tu entorno laboral, con la familia, con tu pareja o amigos. La violencia no siempre es fácil de identificar, hay ocasiones que viene disfrazada de un “buen trato o de broma.” Ejemplo: recibir un comentario que te provoca incomodidad o hace referencia a tu cuerpo o persona, sea en la calle o en algún otro lugar no debiera ser normalizado.
Busca apoyo siempre que exista algo que ponga en riesgo tu salud y tu vida.
Las mujeres No buscamos ni pedimos privilegios, exigimos respeto y un cese a los actos de acoso y de violencia.
Mtra. Rosa Mercado