En la actualidad posmoderna y de pandemia nos vemos confrontados en un sentido de urgencia y confrontación con nosotros mismos, y sobre todo con nuestros fantasmas. La aparición de las nuevas tecnologías tomará un nuevo escenario el éxito de la cultura de consumo y la cultura de masas, modelo de la expansión del imperialismo, que produjeron guerras, atentados, la desintegración de los valores, la pérdida de la fe en la trascendencia de los grandes relatos históricos y el desasosiego generado por el hastío frente a una cultura absolutamente mercantilizada y mecanizada constituirían, pues, la condición del malestar contemporáneo.
Los psicoanalistas tenemos que analizar la experiencia del sujeto, los embates y la subjetividad que afronta en su vida con todos estos cambios sociales y afectaciones globales que alteran la psique humana. Es un momento culminante para aplicar el psicoanálisis al campo social. Sostener la subjetividad en el discurso social, lo cual se puede lograr a través de darle el lugar a la palabra, para la comprensión del síntoma contemporáneo.
Lacan en su texto Función y campo de la palabra (1953) dice: «El síntoma se resuelve en un análisis del lenguaje, ya que el mismo es lenguaje, el síntoma es una metáfora, usa la palabra para ser liberado».
Es por eso que hay que apalabrar, darle su lugar merecido a nuestra palabra, a nuestras dolencias psíquicas, lo que no se habla se expresa de alguna manera, a veces a través del cuerpo, lo que calla nuestra mente, nunca muere, y sale de peor forma en el sujeto.
Nuestra tarea psicoanalítica tanto en la clínica como en lo social, es que devenga sujeto, para que se cuestione, atienda su queja, sus síntomas, su novela familiar.
Aunque en estos momentos podría parecer que lo más apremiante es hablar acerca del tema de actualidad, también es verdad que la fortaleza de un proceso psicoanalítico no habita en hablar de lo que sucede en la semana, sino en la posibilidad de pensar cómo esos acontecimientos se enlazan con nuestra forma de entenderlos, con nuestros conflictos y convicciones, con nuestra propia historia.
A través de la palabra y de nuestra escucha es donde podemos trabajar en el malestar contemporáneo de los sujetos, problematizando, abriendo una reflexión, a los estilos o modalidades de sufrimiento de nuestros tiempos. Con el discurso darle lugar a nuestra queja, atendiendo nuestra singularidad, la voz de nuestra psique se expresará.
Para el psicoanálisis el malestar no es un efecto de la cultura sino una causa de su misma existencia, la manera de producir el psicoanálisis en esta posmodernidad es producir un agujero, la falta a través de la verdad del sujeto, donde vislumbre su deseo, y no el deseo de la cultura, del Otro. Lacan en su Seminario 7 La Ética del Psicoanálisis (1959), dice: “Aquel que sabe no huir de su propia angustia, será también aquel que no huya de su propio deseo “.
Bibliografía:
Lacan, J. (1954), Apartado I: “Palabra vacía y palabra plena en la realización psicoanalítica del sujeto”. Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis. Escritos 1. Paidós, Buenos Aires, 2002 p. 240-257.
Lacan, J. (1959), La Ética del Psicoanálisis, Seminario 7. Paidós, Buenos Aires, 2005 p. 240-257.