Psique y Cine: La Chica de la Aguja

“La guerra deja ardua herencia de guerras.”
(Guglielmo Ferrero novelista y periodista italiano)
Agregaríamos, herencia de guerras internas, pues la guerra deja más horrores que los que se pueden percibir y palpar, deja más horrores que combatir en las trincheras, deja más horrores de lo que es alcanzable a la mirada humana, lo que no se ve, lo siniestro, lo que no es nombrado, eso ineludiblemente conllevará a otros horrores, los de la mente y el alma.
Vivir una guerra es un hecho a todas luces traumático y que genera diferentes problemas de salud mental en las víctimas o en la población que la vive de cerca.
Los terrores nocturnos, la depresión, los duelos, el trastorno de estrés postraumático y el trastorno de ansiedad por separación podrían considerarse secuelas de la guerrea, relacionamos a la guerra con la muerte y con las víctimas, pero, en nuestro día a día, un conflicto bélico también genera incertidumbre y miedo a lo desconocido, derivando en la necesidad de convertirlo en “algo”, en una expresión simbólica aunque esté el orden de lo ominoso y lo terrorífico.
La realidad supera una vez más a la ficción y así lo enmarca esta genial obra fílmica titulada “La chica de la aguja”, nominada recientemente al premio Oscar como mejor película extranjera, relatando la historia de dos mujeres danesas Karoline Aagesen y Dagmar Overbye, matizada, modificada, pero que inspiró al director sueco Magnus Von Horn para hacer una obra que pone de relieve los horrores de las guerras mundiales y las guerras psíquicas.
Karoline, una mujer pobre, cuyo esposo fue a combatir en la primera guerra mundial, no sabia nada de su paradero y trabajaba en una fábrica textilera, como le sucedió a muchas mujeres que fueron “abandonadas” por sus esposos a causa del conflicto bélico. Ella se enamora del dueño de la fábrica, el cual es un hombre anulado por un madre castrante y devoradora que no permite que su hijo se vincule con una mujer de nivel económico inferior, y no consiente la relación entre ellos, para ese entonces Karoline estaba embarazada, al tiempo que su esposo regresaba de la guerra con el rostro desfigurado al igual que su mente, pues es martirizado por traumas a consecuencia de la beligerancia y Karoline se resiste a volver con él.
Desesperada, sin recursos (casi de ningún tipo), se aloja en un baño público con la intensión de provocarse un aborto con una aguja que utilizaba en su trabajo, ahí aparece Dagmar, proponiéndole conservar su embarazo y al termino del mismo buscarla para que ella colocara a su bebe en una buena familia, algo así como una agencia clandestina de adopción.

Resulta un filme inquietante, con una fotografía en blanco y negro de gran impacto que logra conmover con la dureza de los tiempos de la postguerra cargados de emociones ambivalentes, no es nada fácil y donde el bien y el mal se funden peligrosamente, ayudándonos a sentir lo hediondo de estar en guerra.
La película no es apegada a la rigurosidad histórica, recrea situaciones donde seres desesperados se corporizan en un rompecabezas endiablado de angustias y necesidades.
Puntualiza Von Horn: “Mis películas son crueles en el sentido de que el mundo es cruel y está lleno de violencia, a veces se necesita de un villano para que nos diga la verdad acerca de nuestra sociedad”.
Estas alusiones enmarcan el dolor de lo no nombrado, y justo de eso va la historia de esta asesina serial, pues según las fuentes consultadas para la reseña, ella sufrió abusos de parte del padre siendo una niña, trabajó en labores forzadas a una edad muy temprana, el maltrato y la violencia se convierten en todo aquello que fragmenta y lacera, cómo entonces se va a generar el aprecio y el amor por el otro, por la vida propia y la del otro, no hay forma, aquí si se cumplió, “infancia es destino”.
Dagmar, con sus crímenes trataba de “ahorrar” dolor y sufrimiento a los seres que no pidieron venir y que ya llegaban con una carga emocional poco favorecedora, como el rechazo y el abandono, el estigma y la repulsión, ella buscaba que esos bebes no vivieran el horror de la guerra que es la vida, intentaba con sus asesinatos compensar su dolor, “ahorrando” el existir de los otros.
Mientras Karoline trató de ser esa figura reparatoria que, a pesar de la consternación y el sufrimiento, se puede salir adelante, logró ser ese pecho nutriente, para sí misma y para Erena la hija de Dagmar, (en lo real y en lo simbólico), pues Karoline amamantó a esa niña a pesar de tener unos siete años aproximadamente, lo hizo con el permiso de Dagmar, con esa acción trató probablemente de darle un precario ¡Si! a la vida.
Dagmar tenía rasgos psicopáticos, sin duda, pero es evidente que busca golpear la conciencia de la sociedad para que despertara. La realidad era, para entonces, que las mujeres solas que tenían hijos fuera del matrimonio estaban infinitamente expuestas en la destartalada pirámide social.
Una trama tanática, descompuesta y rodeada por batallas sangrientas donde a nadie parecía importarle demasiado lo que aparecía flotando en el río o lo que se descartaba en una bolsa de residuos, pues en los albores de una guerra mundial la vida no tiene ningún valor.

Ficha técnica
Título original:
La Chica de la Aguja
Año:
2024
País:
Dinamarca
Dirección:
Magnus Von Horn
Reparto:
Vic Carmen Sonne, Trine Dyrholm, Besir Zeciri, Joachim Fjelstrup, Tessa Hoder y Avo Knox Martín
Género:
Terror Psicológico