«Escribir sobre el suicidio es vencer el suicidio»
E. M. Cioran
El término suicidio fue introducido en la Inglaterra del siglo XVII por Thomas Browne, en su obra Religio medici. Browne toma este neologismo del latín, para así asociar el darse muerte a sí mismo con el homicidio (homicidium). Suicidium (de sui caedere: matarse a sí mismo), fue un término rápidamente se extendió y a propósito del libro del cual provenía, es que el termino suicido se colocó entre la religión y la medicina.
Para Santo Tomás, el suicidio es un acto de soberbia, pues quien atenta contra sí mismo se cree juez de sí mismo. En razón de los escritos que elaboró Santo Tomas, tal vez de lo que se le puede acusar al suicida es de no ser un poco más simulador y de no creer un poco más en el vínculo social que nos une.
La locura se convierte, pues, en una buena explicación. El suicida en tanto loco, carece de racionalidad y, en todo caso, es incapaz de vivir en sociedad. Su propia locura se lo impide. Da igual cuál sea su déficit, si químico o simbólico, de lo que se trata es de que su acto no sea una acción voluntaria sino un efecto producido y determinado por su enfermedad. Esa enfermedad es habitualmente la melancolía.
Freud explica el suicidio de la siguiente manera: el acto suicida es la vuelta contra sí mismo de la agresividad contra el otro, siempre se da por supuesto que el suicidio es un acto de agresión, con lo cual se podría teorizar que el suicida, como ya había dicho Tomás de Aquino, es simplemente un homicida más, sólo que de sí mismo.
Por otro lado, según los antropólogos, tampoco se da el suicidio en tribus en las que el proceso subjetivo no tiene esa dimensión individual, tan acentuada entre nosotros acá en Occidente.
Pero sea el motivo que sea el que esté antes del acto, el acto es de por sí un tipo de rechazo radical y contundente al gran costo de servidumbre social de la vida, donde el deseo no constituye ya espacio alguno de dignidad para el sujeto.
Según Primo Levi escritor Judío quien vivió en un campo de exterminio nazi en Auschwitz escribe: “el suicidio es cosa humana y no de animales, es decir, es un acto meditado, una elección no instintiva, no natural; y en Auschwitz había pocas ocasiones de elegir, se vivía precisamente como los animales domesticados que a veces se dejan morir, pero no se matan”.
Primo Levi asocia la vergüenza a la culpa. “El suicidio nace de un sentimiento de culpabilidad… que ningún castigo ha podido atenuar” La vergüenza sería similar o, incluso, lo mismo que la culpa. Es lo mismo decir “te avergüenzas de estar vivo en el lugar de otro”, que decir “eres culpable de estar vivo en el lugar de otro”. La vergüenza más bien sería una vivencia que afecta más a la intimidad y al cuerpo y es insoportable, sobre todo porque ya no permite mirar para otro lado, no permite la ignorancia habitual de la que se alimenta el vínculo colectivo. Imposible escapar del cuerpo propio.
E. Durkheim, explica que el acto suicida se basaría en la no pertenencia a la sociedad, en la incomprensión por parte del entorno de un alma sensible y extraña, en la incomodidad de no saber adaptarse. De este modo aunque nuestro autor entendía el suicidio como un mal que se gesta de manera íntima, otorgaba una gran importancia a las circunstancias sociales, que serían las que al final arrastrarían al individuo hasta el fatal desenlace: es decir, que el hecho de ser o no ser admitido en el ambiente del propio grupo, clan, tribu, pueblo o ciudad constituía, bajo su investigación, el factor determinante del suicidio.
Para nuestra actualidad el índice de suicidio de acuerdo al Inegi, se ha ido incrementando de manera alarmante. Fenómeno inexplicable en la generalidad aunque realicemos investigaciones sociales, y revisiones históricas, ya que frente al dolor humano, la diferencia es radical, porque es la vivencia singularísima de cada sujeto de la que no sabemos, será imposible llevarla a la generalidad, para intentar dar una explicación frente a ese acontecimiento sumamente doloroso.
Es por ello que nombrar el suicidio así como, lo que lo antecede: el dolor, la melancolía, la tristeza, la pobreza es y será la forma de resistencia de la vida. Hablar para dar lugar al sufrimiento, transitar en la palabra para devenir en actos sublimatorios creativos, los cuales puedan ser desde hablar, escribir, cantar, bailar, pintar o en cualquiera de las artes de hacer, habitar el movimiento, ese que naturalmente nos acompaña con el cuerpo.
Hablar es otra forma de movimiento, y es importante contar con un espacio ético de escucha donde te sientas libre para expresar y dar lugar al dolor y al sufrimiento a través de la palabra. Por ello también esta fecha es oportunidad de recordar que en Psique y cultura se cuenta con una clínica dedicada a la escucha.
Bibliografía
Montesinos, Toni. La melancolía y suicidios literarios. De Aristóteles a Alejandra Pizarnik. Ed. Forcola
Pereña, Francisco (2005). El suicidio y la vergüenza. Átopos No. 4, pag 4 – 12.
http://www.atopos.es/index.php/component/content/article?id=15